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Silencioso como un viejo pordiosero
el sol desciende a la ciudad.
Lame los edificios, les descubre los rostros
y calienta sus entumidas lenguas.
En los parques conversa con niñas inocentes
y se columpia en las espaldas de los viejos
que morirán en este mismo año.
La ciudad los descubre
y el sol pleno asciende tras las multitudes.
Sólo es el pordiosero sol
que nadie ve ni ama!
Girando, el pordiosero huye.
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